15 de agosto de 2008

Magnificat anima mea Dominum

La Iglesia Católica Apostólica Romana celebra a Asunción de la Virgen María el 15 de agosto.
En la liturgia, se entona el Magnificat, canto y oración cristiana que proviene del Evangelio de Lucas (Lucas 1:46-55) y reproduce las palabras que según este evangelista María dirige a Dios cuando visita a su prima Isabel, madre de Juan el Bautista y esposa de Zacarías.
El nombre de la oración está tomado de la primera frase en latín, que reza Magnificat anima mea Dominum.
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Un dogma indica una creencia, doctrina o proposición sobre cuya verdad no se admiten dudas. Si bien los clásicos la emplearon para referirse en general a las afirmaciones de una persona o escuela, su uso contemporáneo está principalmente restringido a los principios que una religión afirma y cuyo acatamiento exige de todos los fieles.

De acuerdo a la doctrina contemporánea de la Iglesia Católica Apostólica Romana, un dogma es una proposición de fe o de moral revelada por Dios, transmitida por la tradición apostólica, y propuesta formalmente por la Iglesia a los fieles, sea por la autoridad papal, por un concilio o simplemente por el magisterio ordinario de la sucesión apostólica de los obispos. La creencia en los dogmas de fe es condición indispensable para la pertenencia a la Iglesia cristiana; de acuerdo al principio de extra ecclesiam nulla salus ("no hay salvación fuera de la Iglesia"), se considera que la aceptación integral de los dogmas contenidos en el Catecismo es indispensable para la salvación del alma.

Para la Iglesia Católica Apostólica Ortodoxa, los dogmas están contenidos en el Símbolo Niceno (Credo de Nicea – Constantinopla) y los cánones de los Concilios Ecuménicos primero, tercero o séptimo según la iglesia. Cabe aclarar que la Iglesia Católica Romana mantiene como dogmas además los cánones de otros catorce concilios ecuménicos y los pronunciamientos del Papa.

En las Iglesias Cristianas Evangélicas (Protestantismo), se distinguen frecuentemente verdades fundamentales, sin aceptar las cuales, no sería posible confesarse cristiano, esencialmente las declaradas en el Credo de los Apóstoles, y otras doctrinas, cuya aceptación sería optativa.

En relación con la Virgen María, la Iglesia Católica Apostólica Romana sostiene los siguientes dogmas:

* La Maternidad Divina
El dogma de la Maternidad Divina se refiere a que la Virgen María es verdadera Madre de Dios. Fue solemnemente definido por el Concilio de Efeso (año 431). Tiempo después, fue proclamado por otros Concilios universales, el de Calcedonia y los de Constantinopla.
El Concilio de Efeso, del año 431, siendo Papa San Clementino I (422-432) definió: "Si alguno no confesare que el Emmanuel (Cristo) es verdaderamente Dios, y que por tanto, la Santísima Virgen es Madre de Dios, porque parió según la carne al Verbo de Dios hecho carne, sea anatema."
El Concilio Vaticano II hace referencia del dogma así: "Desde los tiempos más antiguos, la Bienaventurada Virgen es honrada con el título de Madre de Dios, a cuyo amparo los fieles acuden con sus súplicas en todos sus peligros y necesidades" (Constitución Dogmática Lumen Gentium, 66)

* La Inmaculada Concepción
El Dogma de la Inmaculada Concepción establece que María fue concebida sin mancha de pecado original. El dogma fue proclamado por el Papa Pío IX, el 8 de diciembre de 1854, en la Bula Ineffabilis Deus: "Declaramos, pronunciamos y definimos que la doctrina que sostiene que la Santísima Virgen María, en el primer instante de su concepción, fue por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente en previsión de los méritos de Cristo Jesús, Salvador del genero humano, preservada inmune de toda mancha de culpa original, ha sido revelada por Dios, por tanto, debe ser firme y constantemente creída por todos los fieles."
La Iglesia Católica Apostólica Romana celebra la Inmaculada Concepción cada 8 de diciembre.
* La Perpetua Virginidad
El dogma de la Perpetua Virginidad se refiere a que María fue Virgen antes, durante y perpetuamente después del parto: "Ella es la Virgen que concebirá y dará a luz un Hijo cuyo nombre será Emanuel" (Cf. Is., 7, 14; Miq., 5, 2-3; Mt., 1, 22-23) (Const. Dogmática Lumen Gentium, 55 - Concilio Vaticano II).
"La profundización de la fe en la maternidad virginal ha llevado a la Iglesia a confesar la virginidad real y perpetua de María incluso en el parto del Hijo de Dios hecho hombre. En efecto, el nacimiento de Cristo "lejos de disminuir consagró la integridad virginal" de su madre. La liturgia de la Iglesia celebra a María como la 'Aeiparthenos', la 'siempre-virgen'." (499 - catecismo de la Iglesia Católica)

* La Asunción
El dogma de la Asunción se refiere a que la Madre de Dios, luego de su vida terrena fue elevada en cuerpo y alma a la gloria celestial. Este Dogma fue proclamado por el Papa Pío XII, el 1º de noviembre de 1950, en la Constitución Munificentisimus Deus: "Después de elevar a Dios muchas y reiteradas preces y de invocar la luz del Espíritu de la Verdad, para gloria de Dios omnipotente, que otorgó a la Virgen María su peculiar benevolencia; para honor de su Hijo, Rey inmortal de los siglos y vencedor del pecado y de la muerte; para aumentar la gloria de la misma augusta Madre y para gozo y alegría de toda la Iglesia, con la autoridad de nuestro Señor Jesucristo, de los bienaventurados apóstoles Pedro y Pablo y con la nuestra, pronunciamos, declaramos y definimos ser dogma divinamente revelado que La Inmaculada Madre de Dios y siempre Virgen María, terminado el curso de su vida terrenal, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria del cielo".

La Iglesia Católica Apostólica Romana celebra a Asunción de la Virgen María el 15 de agosto.
En la liturgia, se entona el Magnificat, canto y oración cristiana que proviene del Evangelio de Lucas (Lucas 1:46-55) y reproduce las palabras que según este evangelista María dirige a Dios cuando visita a su prima Isabel, madre de Juan el Bautista y esposa de Zacarías.
El nombre de la oración está tomado de la primera frase en latín, que reza Magnificat anima mea Dominum.

MAGNIFICAT
Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi Salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abrahán
y su descendencia por siempre.


Ver también en HISTORIEDADES:

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