9 de julio de 2008

Sobre la independencia argentina

"Internas" de la Independencia
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Por Felipe Pigna. Historiador. En Clarín 06/07/08

El debate sobre la "oportunidad" de proclamar nuestra independencia comenzó el mismo día 25 de mayo y fue uno de los motivos de agrias discusiones entre los morenistas y los saavedristas. Para los primeros había que apurar el paso y para los segundos había que obrar en permanente consulta con el Reino Unido, que por entonces era un sólido aliado de la resistencia española contra la invasión napoleónica. Los morenistas, tras la "misteriosa" muerte de su líder, conformaron la Sociedad Patriótica liderada por el tucumano Monteagudo, que no disimulaba su afán independentista cuando escribía en "Mártir o Libre": "Sería un insulto a la dignidad del pueblo americano, el probar que debemos ser independientes: este es un principio sancionado por la naturaleza"(1)

Esta lógica revolucionaria, compartida por el recién llegado José de San Martín entre muchos, chocaba contra el "realismo político" del secretario del Primer Triunvirato, Bernardino Rivadavia, que acababa de retar a Manuel Belgrano porque había tenido la osadía de crear una bandera y construir en Rosario dos baterías a las que llamó nada menos que "Libertad" e "Independencia".

Tanto la Sociedad Patriótica como la Logia de Caballeros Racionales, que luego se llamará Lautaro, decidieron enfrentar a aquel Triunvirato que estaba poniendo un serio freno a la guerra de liberación y postergando sin fecha la reunión del Congreso Constituyente y la declaración de nuestra Independencia. La primera acción militar de San Martín en nuestras tierras fue participar activamente en el derrocamiento de aquel gobierno tripartito impulsando la asunción de un Segundo Triunvirato acorde a los ideas de la Sociedad Patriótica y la Logia que convocará inmediatamente al Congreso que pasará a la historia como la Asamblea del Año XIII. Se abolieron los títulos nobiliarios, los inhumanos métodos de trabajo aplicados a los habitantes originarios, y los instrumentos de tortura, se aprobaron los símbolos patrios y se declaró la libertad de los hijos de los esclavos nacidos a partir de entonces. Pero la Asamblea no concretó los objetivos para los que había sido convocada: la redacción de una Constitución republicana y la declaración de nuestra independencia.

Esto tuvo mucho que ver con la muñeca política del presidente de la misma, Carlos María de Alvear, digno representante de los sectores económicamente más poderosos de Buenos Aires, que retomando la línea rivadaviana, buscaban por todos los medios no enemistarse con Gran Bretaña y concentrar el poder en la ciudad-puerto de Buenos Aires.

En ese contexto se inscribe el rechazo de los diputados artiguistas que traían un plan de gobierno federal y republicano que implicaba un justo reparto de la riqueza entre las regiones y sectores sociales, el traslado de la capital y la nacionalización de las rentas aduaneras y portuarias de Buenos Aires. También en ese rumbo hay que leer el impulso por parte de Alvear de la creación de un poder ejecutivo unipersonal y centralizador, el Directorio, cargo en el que logró designar a su tío: Gervasio de Posadas, aprovechando como él mismo lo reconoce en sus memorias, la ausencia de San Martín.

Mientras tanto, en Europa, la definitiva derrota de Napoleón en Waterloo, el 18 de Junio de 1815, implicaba una vuelta al pasado, la "restauración" de un viejo orden decadente e injusto. Entre los reyes que volvían a sus tronos Fernando VII, aparecía como uno de los más reaccionarios. Reinstauró la Inquisición, anuló la Constitución liberal de 1812 y se dedicó rápidamente a recuperar las colonias americanas a sangre y fuego.

En América las cosas iban de mal en peor. En México, a fines de 1815, el fusilamiento del sacerdote revolucionario José María Morelos parecía poner punto final al levantamiento antiespañol. En Venezuela y Nueva Granada (Colombia) una expedición al mando del general Morillo derrotaba a los patriotas y Bolívar debió exiliarse en 1815 en la isla de Jamaica. En Chile, desde la derrota de Rancagua en 1814, los patriotas estaban dispersos y los realistas habían recuperado el poder amenazando con invadir las últimas provincias rebeldes, las del Río de la Plata, cruzando la cordillera.

Frente a este sombrío panorama se abrió una alternativa de hierro: entregarse o luchar hasta las últimas consecuencias. Alvear eligió la primera opción y envió una misión diplomática a cargo de Manuel José García con el fin de entrevistarse con el embajador británico en Río de Janeiro, Lord Strangford, a quien debía ofrecerle la entrega en protectorado de las Provincias Unidas al Reino Unido.

La carta de Alvear decía textualmente:"Estas provincias desean pertenecer a la Gran Bretaña, recibir sus leyes, obedecer a su gobierno y vivir bajo su influjo poderoso.(...) Es necesario que se aprovechen los buenos momentos, que vengan tropas que impongan a los genios díscolos y un jefe plenamente autorizado que empiece a dar al país las forman que fueren del beneplácito del Rey"(2).

Del otro lado, muchos hombres y mujeres del pueblo, y junto a ellos, San Martín y Güemes, decididos a lanzarse a la guerra a muerte, o todo o nada, sabiendo que para 1816 a Fernando VII sólo le faltaba recuperar el territorio del ex virreinato del Río de la Plata, la única zona americana que resistía el avance de los españoles.

Caía sobre los revolucionarios de estas tierras la enorme responsabilidad de resistir y extender la revolución hasta expulsar definitivamente a los españoles. Alvear fue obligado a renunciar por la presión de ambos ejércitos; el de los Andes, liderado por San Martín y el del Norte por Álvarez Thomas, que terminará asumiendo el Directorio y convocando finalmente el Congreso General Constituyente de Tucumán, hasta donde llegarán las enérgicas palabras de San Martín dirigidas al diputado por Mendoza, Godoy Cruz: "¡Hasta cuando esperamos declarar nuestra independencia! ¿No le parece a Usted una cosa bien ridícula acuñar moneda, tener el pabellón y cucarda nacional y por último hacer la guerra al soberano de quien en el día se cree dependemos? ¿Qué nos falta más que decirlo? Por otra parte ¿Qué relaciones podremos emprender, cuando estamos a pupilo?. Ánimo, que para los hombres de coraje se han hecho las empresas"(3).

En aquel contexto desfavorable, en aquel julio de 1816 en Tucumán, aquellos hombres de coraje, comenzaron a transitar el largo camino hacia la independencia.



(1) Bernardo de Monteagudo, "Mártir o Libre", domingo 29 de marzo de 1812

(2) Jorge III (1738-1820), rey de Gran Bretaña e Irlanda, en quien tan tiernamente se abandonaba el general Alvear, a poco de iniciar su reinado, sufrió un ataque de locura. Su hijo, quien más tarde asumiría como Jorge IV, actuó como regente hasta el 29 de enero de 1820 día en que su padre murió completamente loco en el palacio de Windsor.

(3) Carta de San Martín al diputado por Cuyo Godoy Cruz, BUSANICHE, José Luis, San Martín vivo, Buenos Aires, Nuevo Siglo, 1995.

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